martes, 23 de mayo de 2017

Conocerse uno mismo.

De todo lo cual pueda tomar consciencia no es lo que soy


  Los pensamientos, las sensaciones, las imágenes, y las percepciones están hechos de "mí", pero "yo" no está hecho de un pensamiento, de una sensación, de una imagen, o de una percepción.  


  Cuando decimos "yo tengo 35 años", estamos olvidando, pasando por alto o ignorando lo que   realmente somos y, en cambio, nos identificamos con un cuerpo, pensamos y sentimos que "yo"   soy idéntico a un cuerpo. Cuando decimos "yo estoy triste" estamos olvidando, ignorando o   pasando por alto lo que verdaderamente somos y, en cambio, creemos que somos un sentimiento limitado y temporal. 

  Cuanto identificamos ese "yo" con algo que no es él mismo, parece que nos estamos limitando a nosotros mismos, parece que perdemos la paz y el amor que es inherente al conocimiento de nuestro propio ser y, en cambio, parece que nos estamos convirtiendo en un ente separado y finito que comparte las limitaciones de la mente y el cuerpo. Y nos preguntamos por qué sufrimos y ese  "yo" temporal y finito que nos imaginamos ser, entonces lleva a cabo practicas espirituales pretendiendo desembarazarse de su sufrimiento.

  

Tarde o temprano nos damos cuenta que esas prácticas espirituales no funcionan, y en lo más íntimo de nuestros corazones todavía sentimos la soledad, la pena y el sentimiento de carencia. Nuestras prácticas espirituales no han ido al núcleo, al corazón del problema, aunque nos hayan   permitido gestionar el problema hasta un cierto punto. El corazón del problema es siempre el mismo: lo que consideramos como "yo", lo que  pretendemos ser, lo que nos imaginamos ser;  todo da vueltas en torno a eso. Nada verdadero puede ser conocido a través de la mente, el cuerpo y el mundo hasta que conozcamos la naturaleza del que los conoce, quién en realidad eres. Incluso la física contemporánea reconoce esto. Hasta que la naturaleza del observador no es comprendida no podemos conocer nada verdadero acerca de lo observado. 


  Tanto si tomamos el camino de la espiritualidad como el de la psicología, de la filosofía o de la ciencia, tarde o temprano acabaremos en el mismo lugar y con la misma pregunta: ¿cuál es la naturaleza del "yo" que conoce mi experiencia? ¿Cómo podemos descubrir quiénes somos? ¿Vamos simplemente a pensar acerca de quiénes somos? Si pensamos acerca de quiénes somos sólo encontraremos la naturaleza de nuestros pensamientos, no encontraremos nada acerca de la naturaleza de ese soy.  ¿Qué es lo que podemos hacer para encontrar la naturaleza de ese "yo" que conoce? Lo aprendido es. Si queremos saber acerca de música prestamos nuestra atención a la música, si queremos saber sobre matemáticas prestamos nuestra atención a las matemáticas, si queremos conocer una lengua extranjera prestamos nuestra atención a esa lengua y si queremos saber sobre ese "yo", prestamos nuestra atención a ese "yo".


  Pero este "yo" que conoce, está demasiado cerca de si mismo como para girarse y alumbrar su atención sobre si mismo. De la misma forma que el sol puede iluminar sobre los planetas, pero no puede girarse para iluminarse si mismo, está demasiado cercano a si mismo.

  

  En otras palabras, conocerse a si mismo no requiere un reenfoque de nuestra atención, no es que dejemos de poner nuestra atención sobre un objeto para focalizarnos en otro objeto. Conocerse a si mismo requiere más bien la caída de la atención sobre si misma, una relajación de la atención.


  De hecho la palabra atención proviene de dos palabras latinas: "ad" y "tendere". "Ad" significa hacia y "tendere" significa estirar. Entonces atención quiere decir: estirase hacia algo; podríamos decir, ¿estirar qué? Y, ¿hacia qué?.

 

  Conocerse uno mismo no es conocer algo nuevo, de hecho no es conocer algo; es permitir que la atención se relaje y vuelva a su fuente, adoptar la posición de puro conocer, pura presencia consciencia. 

  Todo lo que conocemos -aparte de conocer nuestro ser- requiere estirar la atención hacia un objeto, hacia algo que no es yo mismo y aunque todo aquello que es conocido no es yo mismo, el conocer con el cual es conocido el objeto, es yo mismo. Sea lo que sea que aparece en la película, no es la pantalla, y sin embargo la única sustancia presente en esa experiencia es la pantalla.


  En otras palabras decir: yo no soy nada, es cierto; y decir, desde otro punto de vista, yo lo soy todo, también es cierto. Lo que nunca es cierto es decir, yo soy algo en particular. 

  Toda nuestra búsqueda está basada en la creencia y el sentimiento de que soy algo separado.


  La forma de abandonar la búsqueda es descubrir: yo no soy nada; y, después, descubrir que esa nada es la sustancia de todo.


 Amor

Carles 


sábado, 6 de mayo de 2017

El sufrimiento es el yo separado.

  Hay una creencia, y más importante, una sensación de separación, la sensación de que estoy ubicado en un cuerpo-mente y soy este cuerpo-mente. Esta creencia, esta sensación, vela la realidad de nuestra experiencia, lo cual hace que parezca que hay un yo separado aquí y un objeto, persona o mundo ahí. De hecho, esta creencia-sentimiento tan solo parece velar la realidad de nuestra experiencia, pero en verdad nunca lo hace. La realidad de nuestra experiencia es que somos la presencia ilimitada y consciente que empapa íntimamente toda experiencia.

  Cuando aparentemente es velada nuestra verdadera naturaleza, el amor, la paz y la felicidad que son inherentes también son veladas. Esta ocultación de la felicidad se convierte en la experiencia del sufrimiento, e inherente al sufrimiento está la búsqueda de la felicidad.

  Si no buscásemos la felicidad, es decir, si estuviésemos plenamente con la situación actual, no habría sufrimiento. 

  Así pues, la ocultación de la felicidad, el sufrimiento y la búsqueda de la felicidad son sinónimos. Otro nombre para la búsqueda es el yo interior separado en el cuerpo-mente.

  Este yo interior no es una entidad, es la actividad de resistirse y buscar y, por lo tanto, la actividad de sufrir.

  ¡Cuidado! No es que la aparente entidad separada busque la felicidad, la propia búsqueda es la entidad separada.

  Si vemos que nuestro sufrimiento surge en la consciencia junto con todo lo demás y creemos, como resultado, que no podemos hacer nada al respecto, nos estamos engañando. El sufrimiento es, por definición, una resistencia a la situación actual y la inevitable búsqueda de una alternativa en el futuro. Si no hay ninguna resistencia a la situación presente, no hay sufrimiento.

  Por lo tanto, si la situación actual es la experiencia del sufrimiento y no hay absolutamente ninguna resistencia a él, el sufrimiento no puede permanecer, puesto que es resistencia. Es entonces que el sufrimiento se transforma inmediatamente en felicidad, (y no he hecho nada para cambiarlo).

  De hecho, el sufrimiento se revela como felicidad tan pronto como cesa toda resistencia a él. Así pues, la felicidad es también la naturaleza del sufrimiento. Siempre permanece en silencio el centro de toda experiencia, esperando a que tengamos el valor y el amor que nos permita girarnos, por así decirlo, y hacer frente al sufrimiento sin el más mínimo deseo de resistirnos a él o alejarnos de él.

  Fijaos que, incluso en nuestros peores momentos de desesperación, nunca somos totalmente tomados por la infelicidad. Si lo fuéramos, no habría sitio para nada más; no habría tan siquiera espacio para que el pensamiento separase un yo que mirase el sufrimiento e intentase deshacerse de él. Entonces habría una no-separación absoluta y por tanto una felicidad perfecta. ¿Que loco verdad? 

  No existe algo así como el sufrimiento absoluto. El sufrimiento está siempre mezclado con algo más, siempre es con un deseo de deshacerse de él en un futuro imaginario, es decir, con un deseo de felicidad.

  Sin embargo, existe una felicidad absoluta que no se mezcla con el más mínimo matiz de ninguna otra cosa. Esta felicidad es quien somos, Amor.


Carles 




lunes, 1 de mayo de 2017

La terapia como prisión.

  La Presencia Biodinámica no es una terapia pero tiene efectos terapéuticos. 


  Considero la terapia como un medio para poder escapar de nuestra prisión, y la puerta de la celda está siempre abierta. No puedo creer cómo las terapias animan a que nos quedemos sentados analizando por qué estamos encerrados en esta prisión. Me es muy difícil comprender la razón de que alguien se quede sentado en su celda con la puerta abierta de par en par y diciendo "me resisto a salir hasta que comprenda exactamente por qué he sido encerrado". Me refiero a las terapias que se basan en un concienzudo examen del pasado, mejor dicho, del "pasado", ya que ese pasado se construye entre el terapeuta y el paciente.


  En realidad, la terapia no puede sacarnos de la prisión en la que creemos estar encerrados, ya que ésta es nuestra creencia de separación y solamente la experiencia de la escucha plena puede revelar, de entrada, que nunca hubo ninguna prisión.


  Claro está, hay terapias que pueden hacer más cómoda esa inexistente prisión, quizá incluso considerablemente más cómoda y no se puede negar que es bastante lógico que el paciente dedique su tiempo a hacer su condena más llevadera. Pero no hay posibilidad de darnos cuenta de que la puerta está abierta buscando en otro lugar que en realidad no existe. Es en el estar disponible a lo que nos está ocurriendo que hay una posibilidad de darnos cuenta, no de que la puerta está abierta, sino de que no existe la prisión.


Amor

Carles