miércoles, 18 de abril de 2012

Encarnar la enseñanza.

Cuando tienes la imagen de que alguien necesita ayuda, cambiar algo (y esto puede aplicarse al paciente o a cualquiera), te haces cómplice de su enfermedad. Sólo cuando toda proyección cesa existe la escucha plena e incondicional de la conciencia total, entonces todo lo observado aparece en ti, en esa conciencia. No ves en él solamente el aspecto físico del otro y dejas de ser cómplice de su dolencia. Todo pensamiento es una imagen y toda imagen estimula la afectividad.  En en otras palabras, en el momento que una imagen surge en la mente condiciona todo su funcionamiento químico y neurológico, y esto se traduce en una reacción. De manera que lo que tú consideras un dolor, un problema, etc, es una reacción evocada por la imagen que has creado. Pero puede sorprenderte que cuando miras al otro sin proyectar ninguna imagen sobre él, él puede dejar de localizarse en sí mismo en un lugar, el cuerpo, en el dolor, en la enfermedad o en sus ideas y creencias. Le liberas, pues ya no tiene la necesidad de crear una imagen de sí mismo. Y una vez que esta incitación a la producción de imágenes ha desaparecido, la curación sigue su curso natural y el terapeuta no ha hecho nada, y el paciente no ha hecho nada. El trabajo está haciendo el trabajo.  Amor Carles

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