Me habían recomendado desde hacía bastante tiempo que acudiera a uno de los talleres de Carles, me lo recomendaba una psicóloga y amiga a la que acudí en unos momentos de gran conflicto interno. Por un lado, me apetecía ya que la recomendación venía de alguien en quién confío y que me conoce bastante pero, por otro lado,todo me sonaba a magos y santones orientales, lo que no encajaba en mi supuesta mente analítica, por no hablar de que suponía abrir un paréntesis de 4 días en mi apretada agenda laboral y familiar. No sé cuántas veces rechacé la posibilidad, unas veces porque era lejos, otras porque no podía encajarlo en el trabajo y otras por una mezcla de miedo y desinterés. Este año, Mamen, mi amiga, me lo volvió a proponer y no era lejos, era en la sierra de Madrid. No supe decir que no aunque no lo tenía nada claro. El día antes de la fecha señalada, mi voz interior empezó a castigarme duramente, que dónde voy, que ya verás cómo son una banda de frikis, que yo no soy de los que creen en esto o en lo otro, pero como ya me había comprometido, para allí fui.
En el camino paré a echar gasolina y me di cuenta que me había dejado la mitad de las cosas que tenía que llevar, el GPS se volvió loco y me llevó a lo alto de un cerro por un camino de tierra y se hizo de noche, cuando finalmente llegué. Mi estado de ánimo no era el más adecuado para ir a ningún sitio, frustrado, enfadado conmigo mismo, cansado y muy confundido. Entré en la casa esperando encontrarme unos monjes con túnicas color azafrán envueltos en olor a sándalo y aunque lo que vi parecía bastante normal mi mente seguía muy en guardia, por algún lado tenían que asomar en cualquier momento.
A la mañana siguiente me uní al taller que mis compañeros de retiro habían empezado el día antes. Llegó Carles con su naturalidad y su “normalidad”, nada parecido a la idea preconcebida de gurú que yo esperaba, y empezó a hablar, a contarnos algo que al principio me parecía muy confuso pero que con el paso de las sesiones y los días fue tomando forma. Un mensaje bastante poco exotérico y con bastante sentido común aplicado que fue ganándome poco a poco. Un mensaje atractivo y creíble pero que entraña dificultades para ponerlo en práctica ya que hay que luchar contra el hábito, contra nuestra programación. Al final,lejos de ser el gurú que me promete la felicidad a través de una comunión, me pareció más un amigo que te cuenta su “way of life” y la comparte contigo por si quieres intentar adaptarlo a tu vida.
Hasta aquí todo bien pero no sé si sólo con esto me habría compensado ir al Taller, todo eso, quizá, hasta lo podría haber leído en un libro. Para mí, la parte más impactante fue que todos los días después de la charla – debate hacíamos un ejercicio de biodinámica en camilla con los compañeros en el que nos íbamos turnando a “dar o recibir”. Cuando superé mi aversión a todo lo que sean energías decidí tomármelo como un juego para ver que era capaz de sentir y experimentar, se suponía que la energía se podía manifestar y lo podías sentir en las manos o en el cuerpo. Las primeras veces, sólo un poco de calor, parecía que era más un deseo de sentir que realmente algo de verdad pero a medida que pasaron las sesiones me fui metiendo más y más y hubo alguna sesión realmente alucinante, tenía que abrir los ojos para comprobar que debajo de mis manos estaba mi compañera y no un caldero lleno de lava burbujeante. Al acabar las sesiones todos comentábamos asombrados las sensaciones y el estado de sosiego y armonía en el que nos encontrábamos.
Al final, la mezcla de las charlas, la meditación en grupo, con las experiencias en camilla más la convivencia y las largas conversaciones con los compañeros durante las comidas o cenas provocó en mí un estado de paz como hacía tiempo que no sentía. El camino de vuelta a casa fue infinitamente más luminoso que el de ida y gran parte de esa paz me acompaña todavía 6 meses después.
La experiencia no me ha cambiado la vida, seguro, pero es posible que haya abierto una puerta que me ofrece un camino que yo decido si quiero explorar y, sin prisa, lo estoy haciendo. Algunas lecturas y la introducción del hábito de la meditación en mi vida ha provocado una notoria mejoría en mi calidad de vida. Curiosamente, hace 6 meses que he dejado de tener las arritmias que me acompañaban desde hace 4 años a pesar de haber pasado por dos cateterismos que no lograron liberarme de ellas. Será la meditación diaria, serán las experiencias en camilla durante el Taller, serán las lecturas … o será la sugestión del efecto placebo pero yo cuento los días con más paz ysin arritmias desde que estuve en la Sierra de Madrid.
Gracias de corazón A. L