La Biodinámica es lo que es, con o sin nuestra comprensión e interpretación. No nos exige siquiera que lleguemos a comprenderla. El movimiento de la vida (biodinámica), se expresa a si misma en lo que somos, sin relación alguna con la fantasía de que somos nosotros quienes la dominamos a ella para convertirnos en algo mejor. En realidad es que todos esfuerzos por controlar dicha energía son inútiles puesto que el hecho cierto es que, simplemente tal como somos, somos su manifestación. Esta energía nos conduce directamente a donde no queríamos ir, la vida de la que queremos escapar, a esa vida que nos resulta tan confusa y fragmentada. Nos lleva, en definitiva, a nuestra vida real, despojándonos de la creencia de suponernos especiales, abocándonos pues a lo ordinario.
Cuando en pleno flujo de la energía de la vida (biodinámica) nos despojamos de toda pretensión, dejamos de estar separados de los deseos que constituyen nuestra persona. El flujo del deseo es un factor incoherente y discontinuo de la vida. No sólo es una expresión de la energía, si no que también nos identificarnos con el yo. Ese yo también es la misma expresión de vida. Supone nuestra autonomía y al mismo tiempo, es la expresión de la condición relativa de la separación es una parte indisociable de la energía de vida.
La autonomía se manifiesta a partir del juego de fuerzas que movilizan nuestros deseos y temores y establece un tipo de división que es creativa. Y lo que crea no sólo es más separación, sino también un profundo deseo de fusión. Despliega una vida que, si bien tiene en cuenta las propias necesidades, también afirma sus necesidades de amor. Cuando llega el amor, desaparece la autonomía y la fusión es tan apremiante que une todo lo que está diferenciado.
Si pudiéramos estar con lo que es, esto se convertiría en una expansión de conciencia continua. El pretender deshacernos de algo, es lo que nos hace sufrir. Por el contrario, si estamos dispuestos a cabalgar la ola de posibilidades, en lugar de interponernos el camino, se crearía lo que viene después. La creación no es sino la manifestación de la posibilidad y la actuación del misterio de la vida.
Forma y función contribuyen a nuestro compromiso con este misterio porque, incluso sin hacedor, lo que hacemos es lo que somos.
El pensamiento es estático y el pensamiento sobre el yo es inalterable, pero lo que somos, de hecho, es dinámico; es la expresión de un universo energético y de una potencia infinita.
Hemos dejado atrás el yo para penetrar en un estado de unidad y ahora es dicho estado el que nos abandona a nosotros y el precio que debemos pagar a cambio es expresar el movimiento co-creador de la vida, un nacimiento en el presente continúo. El precio es el sentido del yo, el significado, el tiempo y la seguridad, y lo que nos proporciona es un modo despojado de cualidades donde nuestras preferencias y rechazos son completamente irrelevantes y donde carecemos de toda guía moral capaz de orientarnos. No podemos reconocer nada predecible o mecánico en la relatividad cuántica en la que moramos en este instante. Pero el miedo no nos inhibe si no que, por el contrario, utilizamos su energía para manifestarnos frente a la inexistencia. Nosotros somos la fuente creadora. Pero no somos creadores aislados sino que, más bien somos Creadores, en plural y en mayúsculas, puesto que manifestamos tanto la fuente y la forma.
Una vez que todo ha abandonado, la co-creación es lo único que queda, mientras que lo que viene después es la creación. Y se halla completamente desaprovechado, puesto que sólo tenemos un leve atisbo de nuestra verdadera capacidad.
Cada aspecto de lo que conocemos y de lo que consideramos nuestra vida debe afrontar este formidable cambio.
El primer paso es cambiar el dominio conceptual, una estructura que si bien creíamos era una representación fidedigna del mundo, podemos percibir ahora como la proyección imaginaria del mundo virtual. En una estructura de ideas inmutables, es imposible un mundo de posibilidades.
Con independencia de quién seamos y de cual sea nuestra circunstancia, cada uno de nosotros es la expresión inefable de ese flujo de co-creación del nacimiento en el presente de lo que sucede después del ahora.
amor
carles
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