En la
quietud no hay sufrimiento. Cuando reconectamos con el centro se acaba el
sufrimiento. La función de la curación, por tanto, es restablecer la quietud.
Estar en contacto con esa cualidad innata, caracterizada por la quietud.
Tocar la quietud en otro, desde nuestra propia quietud, es ofrecer en el
presente la posibilidad de un renacimiento. Para el terapeuta y para el
paciente. Esto es lo que podemos denominar una práctica conjunta. En términos
prácticos, lo que sabemos de otro está limitado por el marco de nuestra
propia experiencia de vida. Es decir, nuestro conocimiento está limitado por
el ego. Como no lo sé todo, entonces lo poco que sé es una fijación, una
limitación. De esto se deduce que si mantengo una lesión en el límite de su
resistencia, estoy dejando de trabajar holísticamente y durante ese momento
estoy interviniendo de manera reduccionista; estoy trabajando con un árbol
del bosque, no con el bosque mismo, limitando así a través de mi intención la
conexión con el ser como totalidad.
¿No
debería más bien abandonar mi conocimiento y simplemente reflejar desde el
nivel más profundo que puedo alcanzar en mí mismo la inteligencia real, no el
intelecto, para que esa inteligencia recuerde cómo tienen que ser las cosas y
desde ese recuerdo encuentre el camino de vuelta desde una experiencia de
vida no digerida y pueda renacer?
A primera
vista, sin duda, esto puede parecer anárquico, e incluso destructivo, pero no
es ésa su intención. La mayor parte del tiempo, para la mayoría de nosotros,
la mente roe una y otra vez los mismos pensamientos. Este roer continuo es lo
que nos da el sentido de nuestra identidad, así es como sabemos quiénes
somos. No saber quiénes somos o entrar en el espacio mental en que perdemos
nuestro marco de referencia habitual resulta terrorífico para nosotros:
tememos perder nuestra identidad. Como en el vórtice de un shock, tirarnos de
cabeza a la piscina y chocarnos con el fondo (el lugar de quietud) no resulta
muy útil. ¡Puede que no salgamos nunca! Es importante entrar en la quietud
manteniendo un hilo que nos devuelva al mundo. Este hilo de Ariadna, esta línea
de conexión, es, por una lado, un sentido del yo bien asentado y establecido,
y por otro lado un marco de trabajo sólido. Contando con estos prerrequisitos,
creo que uno puede sentirse seguro en la aceptación de su inseguridad y
abandonarse.
¿Por qué?
¿Por qué querríamos hacer esto? Necesito hablar de qué es lo adecuado. En
general nos llega el tipo de trabajo al que estamos abiertos y yo no tengo un
juicio de valor sobre el trabajo que cada uno hace. No conozco a nadie que
haga un trabajo inferior. La mente, el cuerpo y el espíritu son una sola
cosa, y trabajar con uno de ellos es trabajar con los otros dos. Sin embargo,
trabajar conscientemente en Presencia Biodinmica puede requerir una disposición
mental diferente que trabajar conscientemente con el cuerpo, etc. Propongo
que el trabajo no está sujeto al ego y que para trabajar con él es necesario
trabajar transpersonalmente (en el contexto de este artículo, «trans»
significa más allá y «personal» significa «relativo o perteneciente al ego»}.
Tenemos que estar en ese lugar de quietud interna que está justo en el
corazón de la conciencia, pero sin un sentido de ser un sujeto ni un objeto.
No me cabe duda que desde esta sensación de quietud nosotros, los terapeutas,
atraemos a clientes que sienten la necesidad de estar en este lugar como
parte de su proceso de exploración. No es que hagamos algo diferente,
simplemente atraemos personas diferentes o, más bien, personas en distintas
etapas de su vida. Como no hay sujeto ni objeto, no existe la diferenciación.
Lo que surge en la conciencia es la relación. Otra forma de expresar esto
mismo sería decir que se ofrece un espejo en el que algo se refleja. Mientras
mantenemos ese nivel de conciencia, el reflejo tiene lugar en el nivel de
quietud donde no hay ningún sufrimiento. A esto lo denomino entrar en
contacto, y desde este contacto surge la posibilidad de recordar quiénes
teníamos la intención de ser originalmente.
Como no
existe la conciencia pura y simple de ser consciente, no tendremos consciencia
de estar en ese lugar mientras nos hallemos en él, sólo cuando salgamos a un
nivel más cotidiano. No sabes dónde has estado hasta que regresas. No hay diferencia
entre este trabajo y la meditación. Es una práctica conjunta. El resultado es
que se nos presenta la oportunidad de tener una manera de ser mejor y más
adaptada, menos sujeta a los antiguos patrones o, al menos, una manera de ser
que afronte mejor el sufrimiento.
El núcleo
de este trabajo es no hacer nada, simplemente tomar conciencia y aceptar,
completamente, sin juicio ni reacción, lo que se nos muestra. La inteligencia
profunda que es tan vasta en el ser humano sabe, cuando se le recuerda
gracias a ese reflejo que le ofrecemos, lo que tienen que hacer. Creo que es
a esto a lo que Sutherland se refería cuando habló de «confiar en la marea».
Una vez que tenemos un ego bien asentado, ¡apartémoslo del medio y quedémonos
en la quietud! Todo surge en la Presencia Biodinámica.
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