La verdadera
sanación o la sanación profunda sólo puede surgir de una escucha profunda. A
veces, cuando estamos aquí en este sitio reunidos durante todos estos días, que
a un nivel se crea un ambiente un poco más calmado, estamos todos más asentados,
y es probable que surjan síntomas o aquellos que se llaman síntomas o
molestias. Puede que al pararnos surja algo, si ese algo no es escuchado y es
acallado, que es lo que solemos hacer, acallarlo, aparece una molestia e intentamos
hacer algo con ella, entonces no estamos escuchando. Intentemos despertarnos,
darnos cuenta, pillarnos a nosotros mismos en dos situaciones durante estos
días:
una es
pedirle a alguien que me haga algo, otra ofrecerle a alguien hacerle algo. Eso es
lo que hacemos casi siempre, hacer, y no nos damos cuenta de que perdemos una
oportunidad de no hacer. Y si acallamos esa molestia, ese síntoma, la forma no
ha sido escuchada y entonces volverá a surgir, cuando tenga oportunidad volverá
a surgir. ¿Por qué tenemos la costumbre a veces de ofrecer ayuda sin que nadie
nos la pida? ¿No será que no podemos estar con nuestro sufrimiento, y decimos,
esta persona está sufriendo? ¿Cómo sé que está sufriendo esa persona? ¿Dónde lo
siento? Soy yo el que no puede estar con el sufrimiento de la otra persona,
entonces creyéndome hacerle un favor, intento acallar su sufrimiento y entonces
le digo que ya no lo siente. Y hacia el nivel al que vamos verdaderamente no le
estamos ayudando porque estamos proyectando nuestro sufrimiento en él, y en vez
de trabajar aquí con lo que es mío, trabajo con el espejo que tengo delante. Y
cuando lo acallo a la menor oportunidad volverá a surgir, y en la medida en que
acallo eso a veces va profundizando el síntoma.
Simplemente
recibamos lo que aparece, lo que sentimos, demos la oportunidad de escucharlo
plenamente. El síntoma no desaparecerá por completo hasta que no haya sido
escuchado lo que viene a decirnos, y sólo única y exclusivamente le puede ser
revelado a uno mismo. Nadie puede entendernos, la parte humada de cada uno, la
particularidad de cada uno es incomprensible, nadie puede entender lo que esta
sucediéndole a otro, como mucho puedo entender la historia que yo le he
colocado a otro, que siempre será mi historia. Intentemos pillarnos cuando
vamos a hacer algo para acallarnos o para acallar al otro.
Simplemente
observar, observar cómo la marea de la vida mueve, crea formas, observemos
esto, simplemente observarlo sin agarrarnos a nada, sin intentar hacer nada,
que sea meramente escucharlo y recibir. No podemos tirarnos a medias del
precipicio. No pasa nada, está bien no tirarse del precipicio, no hay ningún
problema. Vuelve a surgir la palabra coherencia, pero intento saber dónde me
encuentro, intento saber dónde estoy. El que tiene miedo de tirarse al
precipicio es nuestra historia, nuestro ego, porque nos asegura que nos desapareceremos,
pero no, podemos encontrarnos volando.
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